viernes, 17 de julio de 2009

Nombres, apodos y títulos de blogs

Justificar el nombre que uno lleva a cuestas no tiene el menor sentido en el tipo de cultura en el que estamos inmersos. Como dice Butch cuando Esmarelda Villalobos le pregunta por el sentido de su nombre: "our names don't mean shit". Incluso en los casos en que hay un aparente paralelismo entre nuestro nombre y nuestra personalidad, debemos aceptar que se trata de un producto del azar porque, en última instancia, nadie elige cómo llamarse y cuando nuestros padres nos registran no tenemos una personalidad definida que ayude en la elección del nombre.

Por supuesto que si uno tiene un desacuerdo grave con su nombre, puede ir en cualquier momento al registro civil y solicitar un nombre nuevo, con el riesgo de salir con uno peor que el original, como le ocurrió al Herculano del genial Chava Flores.







A veces, incluso, ni siquiera es necesario ir al registro civil; basta con decirle a nuestras amistades: "dime Aurea (en vez de Ausencia)" o Clemente en vez de Benito. Una técnica similiar consiste en pedir que se refieran a uno por su hipocorístico en vez de por su nombre. Mi hermano me contó que cuando estudiaba el bachillerato una profesora se empeñaba en que todos los alumnos le dijeran su nombre el primer día de clases. Un alumno se negaba y decía "dígame Beto, profe". Al final tuvo que confesar que su nombre completo era Etedelberto. La profesora, por cierto, se llamaba Etedelmira. También similar es el caso en que uno tiene dos nombres y opta por esconder, hasta donde sea posible, uno de ellos. Claro que nunca falta quien a Eduardo Patricio se refiera como Patrick Miller (o Pato o simplemente Patricio) o a María Ifigenia se refiera como Ifi (o, peor todavía, como Gena).



La mala leche, en ocasiones, lleva a algunas personas a cambiarle el nombre a los demás. Un vecino mío es especialista en cambiar el nombre de todos sus nietos. A Eduardo le dice Porfirio y a Israel le dice Chilo (hipocorístico de Cecilio, hasta donde tengo entendido). Y lo hace de puro capricho porque goza de una memoria envidiable, a diferencia de lo que ocurre con los profesores que tienen grupos de cincuenta alumnos y que tienen por norma llamar Alejandra a todas sus alumnas cuyo nombre comience con A. También es de puro capricho los cambios de un nombre por otro fonéticamente similar: Paula por Paola, Natalia por Nadia, Eulogia por Ligia, Camaleón por Gamaliel, etc.

Distinto es el caso de las personas que por una imposibilidad prosódica no pueden pronunciar nombres de más de tres sílabas. Tal es el caso del "Chino", un vecino veracruzano, que a su esposa Benedicta se refiere siempre como Benita.


Con los apodos la situación es bastante distinta. Normalmente, tampoco somos responsables directos del apodo que llevamos a cuestas, pero a diferencia de lo que ocurre con los nombres, a lo largo de nuestras vidas podemos cambiar muchas veces de apodo, en función, básicamente, del ingenio -y a veces de la mala leche- de las personas con las que interactuamos cotidiamente. Se supone que los buenos apodos deben hacer referencia a i) alguna peculiaridad física (Naristóteles, Chorejas, Panzacola), ii) rasgos de la personalidad y/o el comportamiento (Ñoñigo, Violenta, Pirujina), iii) la semejanza física con alguien más celebre que el apodado (Kalusha, Zamorita y Pelé son un lugar común para personas de piel más oscura que el promedio; basta tener un poco rasgados los ojos para ser Koji, Takeshi o Tomiko), o iv) ciertos hábitos de consumo de alimentos y bebidas (La donas de cuatro, El Güero Queso Chilchota, Garrafa). Por esta razón, los apodos suelen tener una motivación de la cual los nombres carecen por completo. Con todo, hay apodos sin motivación aparente (Cutín, Chicuás, Cancholas). Debe notarse que en los casos (i) y (ii) -y en mucha menor proporción en (iv)- a menudo el apodo es, desde el punto de vista morfológico, un blend.


A pesar de las evidentes diferencias entre los nombres y los apodos, es claro que en ninguno de estos casos la persona designada es responsable de la eleccción del término designador. Puedes estar contento o en descuerdo con tu nombre y con tu apodo, pero está fuera de tu alcance el modo en que los demás se referirán a ti.

En este sentido, el título de un blog (como el de una ponencia, un artículo o un libro) es algo completamente diferente. A la hora de elegirlo no puedes dejar de pensar en el efecto que tendrá sobre el ánimo de los potenciales lectores y -todavía más grave- en el ánimo y los propósitos de ti mismo en tanto blogero.
Títulos como Club Guarro!!!, Kristos en la red, Arjonismos y Gordita del Slam son una advertencia del tipo de contenido y el tono de los escritos que encontrarás. Son sintomáticos de una personalidad demasiado pagada de sí misma los que llevan o sugieren el nombre del autor: Isadorismo sumo, es mi nombre Berenice, etc. Están también los que rayan entre la ternura y la cursilería Orquídea susurrante, Pónganse sus botitas (aunque admito que se corre el riesgo de ser prejuicioso en demasía y que a veces vale la pena asomarse a ciertos blogs a pesar de sus títulos). ¡Qué demonios!, seguramente a pesar de todo el tiempo que pasé pensando en el título de este blog, habrá a quien le parezca completamente irrelevante, pretencioso o aburrido.
En todo caso, sólo quisiera agregar que mi pretensión es que las temáticas principales de los escritos giren en torno a tres grandes temas: literatura, cine y lenguas humanas y quise que, de algún modo, eso se reflejara en el título de blog.

Por cierto, ¿alguien sabe si hay algún requisito especial para subir la foto del perfil? De antemano, agradezco cualquier orientación o ayuda.

5 comentarios:

  1. Me siento muy orgullosa de inaugurar los comentarios de este bló. En efecto, buscarle nombre al blog debe ser más difícil que conseguirle nombre a un niño... si se quiere. Para mí es más como la elección de los tatuajes: que no signifique gran cosa (es mala idea tatuarse un corazón en llamas con el nombre de un ex-novio) pero que no sea completamente trivial (igualmente absurdo es tatuarse un güini-pú en la borrachera).

    Por cierto, "Isadorismo sumo" es el apodo que yo le puse al blog de Isadora, "Dermografismo Sumo". Sí, igual que con los niños, al nombrar un blog hay que pensar en los posibles apodos y degeneraciones del nombre.

    Y una pregunta: ¿Porqué sucede que la gente que es mejor para poner apodos es a la vez la más difícil para que se le encuentre uno a la altura? (No conozco, por ejemplo, apodos para Toño Hamlet ni para Pancho Arellanes. Los de Armando no me parecen ni la sombra de los apodos que él ha puesto. Interesante proporción inversa.

    Qué buena onda que te puedo leer sin tablones,
    Violeta. O Valeria. O Fabiola. O Violenta. Viol. Vi. V.

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  2. A propósito, quiero contarte de cierta maestra de la Enah que a su alumno Pablo regularmente le dice Pedro, y para la que deben pasar más de tres veces que pregunte el nombre de sus alumnos para que pueda, a veces, recordarlo... y lo peor de todo es que la mayoría de las personas que la conocen recuerdan perfectamente su nombre o su hipocoristico después de haberlo mencionado por primera vez, y eso le da mucha pena... Felicidades por tu Glob, digo Blog. R

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  3. Viol:

    Mira lo que son las cosas. Yo suponía, erroneamente, que "Isadorismo sumo" era el nombre que la autora le había puesto a su blog porque suponía que, a diferencia de lo que ocurre con los apodos y los nombres, las personas sí podían elegir el modo en que los demás se referirán a su blog, pero resulta que ni siquiera eso es posible. Ya vi, por cierto, aquello de "Panchito, Lynch y las lenguas tonales" y me gustó aunque si hubiera sido mi propia denominación hubiera estado muy chafa, como cuando Hugo Sánchez habla de Hugo Sánchez en tercera persona. Ahora pienso que hay denominaciones que sólo funcionan a condición de que sea otro quien las ponga y no el denominado. Finalmente, ¿El "Vasquito de Texcoco" y el "Doctor Rabia" no te parecen buenos apodos? Un abrazote.

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  4. Rochi:

    Es que seguramente esa profesora de la ENAH tiene una memoria muy selectiva, como la de Sherlock Holmes. Por ejemplo, es capaz de glosar datos morfológicos de una variedad de zapoteco distinta a la que ella trabaja a partir de su enorme conocimiento léxico (el cual, seguramente, incluye las formas del protozapoteco y del zapoteco colonial). Gracias por tu comentario. Un abrazote.

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  5. Es, en efecto, un tema bastante loco. Te ponen una etiqueta para no llamarte, "El bultito ese". Y luego resulta que la etiqueta eres tú. Vóitelas. Por ahí está la lista que hizo mi mamá con los candidatos a etiqueta para mí. ¿Quién sería yo si me hubieran puesto otra etiqueta? Otra completamente distinta, ciertamente.
    Hace un par de semanas descubrí que jamás sabré cómo es mi rostro. A ustedes le parecerá trivial, yo soy yo y a lo mucho me parezco a Etna (?). Pero yo lo único que sé es que cara pongo pa la foto y que cara pongo pal espejo. Habrá una o dos que me devuelvan una versión de mi rostro. Pero ese que es tan familiar para todos ustedes, me es completamente ajeno.

    Felicidades por el nuevo niño de la familia. Bonito apodo que le dió la tía.

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